Un comienzo… [+18 // Darren]

Sentada sobre una mesa cercana a uno de los ventanales Rosse disfrutaba de un buen martini de manzana, aquella chica de vestido corto y negro, sin escote alguno pero con la espalda completamente descubierta, con porte y clase jugaba con su copa mientras que contadamente miraba hacia las calles en la espera de algo interesante…

Aquella chica no solo miraba los ventanales, de igual manera paseaba su vista sobre las mesas, esperando ver a algún caballero interesante, quizás a aquel que sea merecedor de una exquisita doll, la dama saco de su pequeño bolso plateado una cigarrera con su nombre membreteado entre diamantes, de la cual sujeto un cigarrillo, lo llevo hasta sus labios delicadamente, todo iba perfecto hasta percatarse de la falta de un encendedor, busco en su bolso y no lo había, pesadamente giro su mirada en busca de un mesero mientras se dijo así misma…

-Perfecto Rosse… Has perdido el encendedor…-

Esperando pues la atención era lenta por algún motivo, se detuvo específicamente en una mesa alejada de todo, un hombre poco común y bastante bien vestido le miraba, no era una simple suposición el pensar que era un mafioso, la pregunta radicaba en si aquel: ¿Era del norte o del sur?, como fuera, ella no hacia distinciones mientras estos le trataran bien y le diesen cuanto ella pidiera, al termino de sus pensamientos se saco el cigarrillo de sus labios, dibujando en ellos una traviesa sonrisa, le lanzo una ultima mirada intensa mientras que sus dedos recorrían con gracia su propio cuello, al cabo de aquella insinuación volvió a darle su espalda descubierta adornada por la cascada de su largo cabello dorado…

Sin pretensiones, sin prisas. La vida transcurre de tal forma en que cada acción hecha por su parte le trae a cuestas consecuencias que, para algunos, son desagradables y para otros no tanto. ¿Cómo se puede juzgar la vida de un matón? Simple, esa persona se pudrirá en el infierno, Darren lo sabe y para desgracia de los demás, no le interesa. Recargado sobre el regazo de una silla admira con fastidio la entrada y salida de mortales. El tedio se le está haciendo costumbre, blasfema entre dientes, su mirada se clava con desprecio en la mirada de los demás. Todos le parecen tan increíblemente inferiores que ¡Maldita sea! Ninguna diversión, ningún disparo que le atraviese las entrañas a alguien, nadie a quien destripar o torturar hasta el borde en que el estridente chillido es solo un vestigio de la voz que habito en la garganta del enemigo. Un suspiro se escapa de su boca, es algo nostálgico, añora esos momentos. El jefe aún no le habla para dictarle su siguiente trabajo y solo puede terminar allí, frente a esa mesa, observando la mierda de la sociedad, atribuirse un poder que no tienen… Esperar ¡Que fastidio!

Catalogado como uno de los personajes más frívolos de Chicago observa a la joven rubia coquetearle desde su lugar. Sonríe de medio lado al apreciar la belleza de la dama y la ¿Suerte? Que ha tenido porque ella se fijara en él. ¡Patrañas! Esa mujer es la que debe sentirse regocijada si es que Darren ha puesto su mirada en ella. Sí, provocadora ¿Cuántas malditas rameras son así? ¡Todas! Tan fáciles de comprar, lo único que buscan es el jodido dinero. Darren tiene mucho, pero no piensa en cumplirle sus caprichos a nadie que no sea él. Baja la mirada y se carcajea como el demente que es. Sin duda alguna los movimientos de la ¿dama? Fueron una atenta invitación al varón, pero ese malnacido no es el paria de nadie y no se vende por un rostro bonito y el tesoro de su entrepierna. Se pone de pie, para acercarse hasta ella , abre el encendedor plateado con las iníciales DV grabadas en oro y se dispone a prender el cigarrillo de la dama, una vez hecho susurra – Quédatelo, te hace falta más a ti que a mi – Esa maldita sonrisa de medio lado, tan jodidamente seductora e inconsciente, aparece en su rostro, se encamina a la salida, le da la espalda a la dama y una última mirada. ¿Cazador o presa?

¡Maldita sea la hora en la que Dios creo a la mujer con ese poder de seducción sobre sus hijos! ¡Maldita sea mil veces más esa escultural obra que ha hecho perecer a los hombres con tan solo una mirada! Frases vánales que se introducen en la cabeza de Darren al sentir el vaho de la chica en muy cerca de él. Aspira el maldito olor que destila su aliento, el humo del cigarrillo naufraga entre el espacio y el tiempo. Las miradas de los infelices se clava en la nuca del varón, él sabe lo que desean decirle, preguntarle, escupirle… ¿Cómo era posible que la rechazara de esa manera? Seres inferiores como aquellos jamás comprenderían las artimañas que se entretejen en sus pensamientos.

La seducción apesta en cada maldito rincón, está consiente que fuego con fuego se combate, son dos niños queriendo jugar a los adultos ¡Que magnificencia! Esa sonrisa que posaba en los labios de Darren se acrecienta al escuchar su pregunta. “Sí, sí quiero saber tu nombre” Esa fue la respuesta que cruza por su mente tras esa mirada de indiferencia que le regala, pero es algo que, evidentemente, no develará ni en sus sueños y para la impresión de muchos él solo murmulla, sobre la comisura de sus labios - ¿Para qué saber tu nombre si después de follarte, todo seguirá igual? Desaparecerás por la mañana y yo no pienso ser el estúpido infeliz que proclame tu nombre entre las sábanas que aún hieden a tu perfume Chère… - Pasa su dedo índice por la mejilla de la dama, una caricia, un mimo, un roce que bien incita a la depravación en lo más profundo de su ser o quizá, solo tal vez no se encuentra tan inmiscuido en su interior. Se relame los ojos con las pupilas centellando en esa liviandad de la que únicamente un hombre puede presumir ¿Cuánta perversidad puede guardar un cuerpo como el suyo? La respuesta solo se sabrá si ella se lo permite.

Dicen que el estímulo apropiado puede liberar a la bestia que duerme en el pecho de un hombre. ¿Cuánto de esto es cierto? ¿Cuánto es falso? Para alguien como él, el razonamiento en ese tipo de filosofías no existe. Siempre ha sido una bestia, un monstruo ataviado con el disfraz más peligroso, el de un “caballero”. Su sonrisa se extiende más allá de lo verosímil. Ella no lo sabe pero ha pactado con tan solo una respuesta, el ritual más sangriento de todos. Seguirle el juego a Darren es como entregarle el alma a Satanás, el inconsciente de esa mujer sería el sepulcro perfecto donde esconder sus delitos. Oír su voz, apreciar su perfume, sentir sus caricias… La piel del varón se eriza, por debajo de esa chaqueta de piel color negro, su libido proclama un poco de atención. “Sí, sí… ya lo sé, también estoy presente” Le replica mentalmente a su miembro, esa maldita perra sabe como hacer su trabajo o de plano tiene el mismo puto carácter que él.

Se carcajea como vil demente frente a ella, es una burla a sus palabras pero que, tras esa finta de altanero, la desea más que nunca, más que a nadie hasta el momento. Carraspea para aclararse la garganta después de haberse llenado con mofas – Ma petite! – Exclama con un toque de ternura, no obstante, cualquier atisbo de cariño que demuestre no debe, no tiene que ser tomado como tal, pues según él, su esencia no es esa… Darren no tiene sentimientos. – Aquí no importa lo que tú quieras – La sostiene de los hombros con delicadeza – Si no lo que yo desee – Comienza a ejercer presión sobre su blanquecina piel, sus labios se aproximan peligrosamente a la curvatura de su cuello. Su aliento se despilfarra muy cerca de ella. Hace un poco de viento allí y el contraste de su vaho con el exterior puede provocar reacciones en la dama que él espera impacientemente – y para lo único que ustedes sirven, independientemente seas quien seas, es precisamente para coger – Arquea una de sus cejas con supremacía, se separa de la chica fingiendo indiferencia, pero por más que trate de negarlo, su miembro se encuentra palpitando de la jodida excitación que le provoca.

Rodea su cintura con sus brazos, la atrae hasta él con un simple movimiento pero certero, respira el perfume que derrochan sus dorados cabellos, se embriaga, busca alimentar la lujuria con esa acción. Su lengua esquiva sus dientes, sus labios y sale al exterior suplicando oxígeno. Está jodidamente incitado, miles de imágenes corren en su cabeza, pensamientos que cavilan dentro del placer de un depravado y la satisfacción de un demente. Al final es lo mismo ¿No?

El diablo ha sido tentado en su propia casa, su propio juego ¿Como poder escapar a las garras de tan angelical criatura? Su bestialidad, la seducción, la delicadeza, el deseo, la lujuria, lo impredecible, lo magno... ¡Demonios! Darren sucumbe ante sus pajas pasiones en donde ella es la dama que sacia sus tormentos ¿A cambio de qué? Su alma, su cordura... El desgarrador tacto hace que su miembro ruga de una forma increíblemente descomunal, tal parece que tiene vida propia. Los espasmos se ven dirigidos desde su punta hasta su cabeza, no puede pensar y si lo hace lo único que cruza por su mente es ella retorciéndose bajo las sábanas de su cama, revolcándose sobre su cuerpo y experimentando que el olor de su colonia no importa cuando el cuerpo despide su propia fragancia.

Sonríe con un toque malévolo, atrapada entre sus brazos no existe forma de escaparse. Desliza sus manos sobre su espalda, aprecia cada fina curvatura que ella derrocha, su piel es tan suave que hasta la más fina seda le envidiaría si ella osa posarse sobre su lecho. ¿Qué era la noche comparada con su inusual belleza? Darren podría decir millones de palabras incomprensibles para describirle, pero de nada servirían si lo único que desea de ella es...

La hace callar con un beso. La mujer intento separar su rostro de él pero fue completamente en vano, pues esas manos que, juguetonas se encontraban en su espalda ahora sujetaban fuertemente su nuca. Los labios del matón, se aferran a su boca con desdén, sus dientes tratan de atrapar a sus presas sin obtener el resultado esperado, no es porque no quisiera morderla o porque no pudiese, esa es la manera en el que él ofrece menos de lo que se espera y se deja la sensación de vacío tras su partida. Hará que lo desee, que pronuncie su nombre en el silencio de la noche, entre sus berridos; la lengua del infeliz se abre paso a través de sus labios, buscando, acechando cada maldito rincón de su boca. Degusta el sabor de la Doll. Se aparca de ella con los ojos abiertos esperando ver la reacción que había provocado. Sus manos ahora se sujetan fuertemente de su diminuta cintura y esperan una indicación.

- No chère... Si tú te crees tanto como para ser tan arrogante, deberías mostrarme a mí lo que vales y no a la inversa, después de todo el que terminará pagando tus servicios soy yo... o ¿Acaso tú deseas pagarme a mi por una buena cogida? - Su mirada se clavo en las pupilas celestes de la fémina. Puede ser un maldito sinvergüenza ¿Qué más da? No obstante, en el fondo, allí donde sus sentimientos no son más que un iceberg, sabe como ser un caballero. La suelta y arquea su brazo para invitarla a salir de allí. Una escolta bastante cordial como para tratarse de Darren. - Vamos -

La libido en su piel solo se puede comparar con la inmensidad de las estrellas en el firmamento. Sí, Darren está jodidamente excitado, incitado por la locura de un estúpido juego en donde tiene que ganar y que, claramente, su presa no será nada fácil. Verle ondearse con ese vestido diminuto, plegado a su cuerpo, resaltando sus curvas malditas; enciende la mecha de su depravación. Es tan hermosa que la musa que inspiro Da Vinci se sentiría ofendida ante Rosse, la suavidad de su piel, el perfume que destila su cuerpo ¿Existe droga alguna que sea más mortífera que la belleza femenina? El mismo lo dudaba.

La comisura de sus labios sufre un espasmo agónico cuando ella se separa, maldito sea el día en que esta mujer fue concebida, pues ahora es técnicamente una obsesión para el señor Darren. ¿Quién se lo hubiese imaginado? Las manos del infeliz gozan el agasaje previo a la cita. Comienza a andar, sus labios se abren efímeramente para pronunciar palabras que realmente están de sobra en ese momento, lo único prudente que puede decir es su nombre, esa estúpida etiqueta con la cual es identificado de entre tantos – Darren – Susurra con su tosca voz, sus manos se deslizan por la chaqueta en la búsqueda del dinero dentro de esta. Sus pasos les conducen hasta el hotel más cercano, obviamente no pueden esperar y es que el miembro del varón, palpita, ruge e implora por escaparse de su prisión. El simple pensamiento de verla retocarse en su cama, lanza un estímulo hasta esa bestia.

Una vez dentro del edificio, sonríe con galanura. Los caballeros lo envidian por entrar con una Diosa de su brazo, las damas quisieran follárselo allí mismo. Él lo sabe, tiene un porte que es tremendamente irresistible, su ego se lo grita cada que se mira al espejo y encuentra en él el reflejo de un amante como vestigio. Pide una habitación, pasa la tarjeta por la ranura, les entregan la llave de la habitación 302. El elevador es amplio y está solo… El juego comienza.